top of page

MIGRANTES: VIAJEROS DEL MUNDO

Foto del escritor: YURIYURI

Andrea Ordoñez Valderrama

Soy venezolana y soy migrante. Cuando lo eres por primera vez nunca dejarás de serlo. Llegar a un país desconocido, con personas que no conoces en lo absoluto, con millones de diferencias: una forma diferente de hablar, diferentes tradiciones y creencias, diferente forma de vida y de ver la vida misma, todo esto te cambia completamente, ya no vuelves a ser lo que eras antes, tienes que cambiar para adaptarte porque si no estarías perdido en un mundo extraño y todo por lo que has trabajado no valdría la pena.

Hay tres partes fundamentales cuando decides migrar a otro lugar: la decisión, el cambio y la adaptación; tienes que ver todos los parámetros posibles, los pros y contras, si de verdad vale la pena, investigar a dónde te irás, cuáles serán los beneficios, cómo te afectara económicamente, socialmente y familiarmente. Es entender que cuando tomes esa decisión no hay vuelta atrás, no hay segundas oportunidades, es dejar todo para empezar de nuevo y tener una mejor vida, sin saber si de verdad funcionará. Cuando te decides, llegas directamente al cambio, es chocar con una nueva cultura, con desconocidos en cada calle, y enfrentarte a la nueva vida que tienes al frente. El inicio es duro, eres extranjero y no solo es acostumbrarte a los demás, es que ellos se acostumbren a ti, es de alguna forma sentirte aceptado, es integrarte a lo que será tu nuevo futuro. Cualquier cambio es difícil, pero siempre nos hace mejores y nos ayuda a crecer, pero cuando eres migrante, ese cambio es obligatorio, la mayoría de las veces migramos por necesidad, porque en el lugar donde estabas no veías metas, no veías ganancias ni triunfos, no veías un futuro prometedor, y cuando de tiempo y familia se trata, se hace todo lo necesario para mantenerlo; ahí es cuando te adaptas, ya no eres venezolano, ya no eres mexicano, solo ERES, es una fusión, porque el migrar sí es mudarse de tu país natal, pero nunca dejas tus raíces, nunca dejas tu esencia, solo te acoplas, y tienes que hacerlo, eventualmente lo haces.

Migrar de Venezuela a México, representó ver el país que tanto amo desmoronarse poco a poco, darme cuenta que si me quedaba las cosas no hubieran salido tan bien, no poder ver a mi familia tanto como quisiera, que mis amigos de la infancia dejaran de serlo, y que quizás nunca pueda regresar al país donde nací. Cuando eres pequeño no entiendes lo que pasa, de un día a otro tu mundo cambia, un día estás en casa de tus abuelos jugando con tus primos y al otro día estás en un avión rumbo a un país desconocido, te sientes enojado y frustrado, porque no tuviste la oportunidad de tomar tu propia decisión y tienes millones de preguntas que no te pueden responder: ¿por qué nos fuimos? ¿por qué no puedo quedarme? ¿cuándo regresaremos? ¿será para siempre? Aún sigo cuestionándome si fue la decisión correcta, si valió la pena, pero eso nunca lo sabré, el futuro es tan inconsistente y tan cercano, que solo nos queda vivir, porque no solo se trata de ver lo que perdiste, sino lo que ganaste y cómo gracias al cambio, tu futuro no es tan incierto como creías y tienes más oportunidades de una vida mejor.

México me abrió sus brazos, me enriqueció de su belleza y su diversidad, y cambio mi vida radicalmente. Siempre hay que dar gracias a las segundas oportunidades; al fin y al cabo, el ser “migrante” es solo una etiqueta, creamos fronteras entre países cuando la tierra no tiene barreras, cuando el mar nos rodea a todos, y todos estamos conectados, yo soy venezolana y soy mexicana, y ya no soy migrante, soy del mundo entero.

70 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

#FRASEVOCEM

OLLIN

Comentarios


bottom of page