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ASTROBIOLOGÍA

Foto del escritor: YURIYURI

Fernando Andrade Díaz

Nano "fósiles" de marte

Desde el principio de los tiempos los seres humanos hemos tenido la sensación instintiva de mirar a las estrellas y de preguntarnos que hay más allá. La alta variedad de formas de vida que nos rodean nos hace pensar si en otros planetas podría existir vida y aún más fascinante si dicha vida podría ser o no inteligente. Estas preguntas han estado presentes desde Aristóteles y Epicuro. Con la observación de cuerpos celestes como las observaciones de Galileo de la luna la imaginación del ser humano ha volado y hemos soñado con la posibilidad de vida fuera de los confines de la tierra. Desde la filosofía existencial cabe la duda de ser los únicos seres o no, o bien, si somos los únicos con capacidad de consciencia. Las implicaciones de afirmar o negar dicha premisa y, además, confirmarla impactarían en la manera en que nos auto percibimos y, quizás, en la manera en que nos relacionamos con las otras formas de vida que hay en el planeta.


Fuera del romanticismo hay que tomar en cuenta que algunos descubrimientos científicos han permitido acercarnos a dar respuesta a dicha pregunta. El descubrimiento de la espectroscopia para buscar compuestos similares a la tierra habría de ser fundamental para la búsqueda de la vida en el espacio. Las bases biológico-evolutivas de Darwin servirían para hacer hipótesis sobre las formas de vida primordiales que pudieron dar origen a la vida en la tierra. Conforme a los avances de la microbiología el descubrimiento de los extremófilos en el siglo XX nos hace pensar si, en las condiciones extremas del espacio, podría haber vida bacteriana tal como la hay en las ventilas hidrotermales o en lagos ultra salados. En este escenario nace la Astrobiología, el estudio de vida en el universo, pero no nace sólo como una rama de la Biología sino como una ciencia multidisciplinaria, implica física, matemáticas, ecología, cosmología y poco a poco está más ligada a las ciencias espaciales, pero exploratoria no sólo observacional. Aunque esa área del conocimiento, la exobiología, aún tardará en que de los frutos que se esperan de una ciencia tan prometedora.


Uno de los primeros incidentes de investigación comienza su historia en la Antártida con el descubrimiento de un meteorito de origen marciano en los 80s. Estudiando la composición científicos de la NASA declararon haber encontrado restos de vida en ese cuerpo. Utilizando micrografías electrónicas se podían observar estructuras similares a bacterias, pero de tamaños mucho más pequeños que las bacterias que conocíamos en la tierra. Evidentemente, hubo revuelo no sólo en la comunidad científica sino también en la población general. Aunque, por desgracia, desde el principio las pruebas indicaban que podía ser otra cosa, desde contaminación a estructuras inorgánicas, más que evidencias fósiles de vida. Aunque en otros meteoritos se han encontrado estructuras similares la evidencia morfológica no es suficiente para afirmar que se trate de vida marciana genuina. Posteriores investigaciones señalan que Marte posee agua, en especial cerca de los polos y probablemente de manera subterránea, dejando la puerta entreabierta a la posibilidad de que en futuras misiones se confirme la presencia activa de microorganismos o bien la presencia fósil de microorganismos.


Los meteoritos nos han otorgados grandes esperanzas de encontrar vida extraterrestre dado que en ellos hemos encontrado todos los compuestos orgánicos necesarios para la vida, como azúcares, aminoácidos. Esto es alentador debido a que existe evidencia tanto en meteoritos como en laboratorio, por ejemplo, el experimento de Stanley Miller, que prueban que puede haber las condiciones químicas suficientes para generar los monómeros que puedan generar vida. Si dichos compuestos pueden auto organizarse en formas cada vez más complejas podrían formar nucleótidos tal como se piensa que ocurrió en la tierra con el mundo del RNA. El reciente descubrimiento de fosfina, sub producto metabólico en bacterias, en Venus podría hacernos pensar que quizás existan bacterias en la parte alta de la atmósfera venusina.


Otro caso digno de mención es el de Europa, luna de Júpiter. Esta luna está compuesta por una gruesa capa de hielo, debajo de ella puede haber un océano líquido con sales minerales, en especial de sodio y magnesio. Con la actividad volcánica suficiente es probable que existan ventilas hidrotermales, es decir, volcanes submarinos. Esto está soportada por imágenes que muestran la evidencia de estructuras similares a geiseres. Esto abre la posibilidad de que en el océano interior de Europa pueda haber condiciones de temperatura adecuadas para albergar vida microbiana. Si bien desde la Astrobiología es posible, la única manera de poder comprobarlo es ir y observarlo directamente. Sin embargo, eso aún está lejos de la agenda espacial y quizás lleve décadas probarlo.


La presencia de agua es condición sin la cual no habría vida en la tierra, por lo que casos como el de Europa resultan importantes debido a que nos hacen pensar que el agua no es rara en el universo. Esa afirmación es cierta incluso en más cuerpos celestes de nuestro sistema solar. Ceres el planeta enano del cinturón de asteroides y Ganímedes, luna de Júpiter, también tienen agua en océanos interiores. Entonces, uno de los puntos primordiales en la búsqueda de vida afuera es la presencia de agua, pero, al menos para buscar vida similar a la tierra, dicha agua debe estar en estado líquido. Para ello se ha desarrollado un concepto útil que es la zona habitable. La zona habitable es una zona alrededor de una estrella en la cual el agua pueda existir en estado líquido, cabe mencionar que la tierra es gran ejemplo de que está en un rango de distancia para cumplir dicha condición. Entonces, la búsqueda de exoplanetas es guiada por aquellos planetas que sean similares a la tierra.


La búsqueda no ha sido infructuosa y según el Planetary Habitabilty Laboratory de Puerto Rico hay 60 exo planetas descubiertos con potencial para la vida, de los cuáles 23 son de tamaño similar a la tierra. Esto quiere decir que nuestro planeta no es único en el universo. Aquí se abre una pregunta aún más complicada de contestar y es si la vida es un fenómeno común en el universo o no. De ser común y de desarrollarse como en la tierra sólo será cuestión de tiempo para poder encontrar a nuestros vecinos. Aunque los seres humanos no se conforman con eso, por ello la NASA mediante su programa SETI busca no sólo vida sino vida inteligente extraterrestre. Entre sus actividades el instituto registra señales del espacio en busca de alguna forma de firma tecnológica compatible con la tecnología que conocemos.


Como se puede observar en nuestra búsqueda por la vida en la tierra buscamos constantemente por señales o condiciones que nos recuerden a nosotros mismos o a la vida que conocemos. Sin embargo, aún no hemos explorado la posibilidad de que la vida sea muy diferente a lo que conocemos y, quizás, eso pueda explicar por qué aún no hemos encontrado vida pese a los esfuerzos. Las evidencias señalan indican que puede haber vida afuera, este autor espera que cuando las señales se conviertan en evidencias irrefutables aún este en este planeta para ver los cambios que ese conocimiento nos pueda traer.

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