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¿QUÉ HACEMOS CON LA EDICIÓN GENÉTICA?

  • Foto del escritor: YURI
    YURI
  • 16 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

José Pablo Castro Noriega

Cuando hablamos de tecnología es común que lleguen a nuestra mente un sinfín de instrumentos electrónicos y que imaginemos la nueva tablet, celular o computadora, sin embargo quisiera escribir acerca de la tecnología médica y especialmente la genética a propósito del premio nobel de química recién otorgado a la microbióloga Emmanuelle Charpentiere (Max Planck) y a la química Jennifer Doudna (Berkeley).

Ambas científicas han ganado uno de los premios más importantes que en el ámbito de la academia e investigación se llega a otorgar por lograr algo llamado “Edición genética”. Para quienes quieran conocer más acerca del tema, recomiendo la serie de Netflix “Selección Antinatural” de Leeor Kaufman y Joe Egender quienes retratan el contexto de la edición genética o de las llamadas “tijeras genéticas” así como varios casos particulares que, gracias a los avances derivados del descubrimiento de Charpentiere y Doudna son posibles en la actualidad.

Es importante saber que aunque el genoma humano ha sido mapeado, aún no se sabe qué es lo que hace la mayor parte de él por lo que esta tecnología no necesariamente va a curar todas las enfermedades. La edición genética permite por un lado localizar genes que pueden ser causantes de enfermedades graves, degenerativas y en muchos casos letales pero también puede ubicar a los encargados de asignar el color de los ojos, color de piel, pelo, estatura etc. Es en este punto en el que ha surgido una intensa discusión ética que plantea la siguiente pregunta ¿Todo lo que se puede hacer se debe hacer?

Es una pregunta difícil de contestar y el mejor consejo bioético es buscar una ponderación intermedia intentando conocer todos los escenarios posibles. Es importante poner en la discusión tres factores fundamentales; el primero es que de utilizarse esta metodología en el campo de la medicina curativa, la brecha social se incrementará ya que habrá sectores que no lo podrán costear y como es común en Latinoamérica, tardará muchos años en incorporarse al entorno médico gratuito. El segundo factor igualmente importante es que puede ser utilizado para fines cosméticos que por otra parte abrirá brechas de discriminación que la sociedad moderna, con esfuerzos medianamente fructíferos, intenta disminuir desde hace décadas. El tercer factor es que existirá, se quiera o no, un mercado secundario que probablemente evolucione en un mercado negro de pseudoinvestigación ya que algunas técnicas de edición genética son relativamente económicas llevadas a cabo ya en la actualidad por los “biohackers” quienes han comenzado a practicar la modificación genética desde sus casas sin rigor científico y metodológico lo que supone nuevos retos y riesgos a los que se enfrentan las regulaciones legales en todo el mundo.

No cabe duda que todos los avances tecnológicos pueden traer consigo cambios importantes y mejoras en el estilo y calidad de vida pero siempre hay que intentar que el uso de estos se ponga al servicio de la igualdad y de la inclusión social.

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