Edgar Becerra Osorio
Para entender de manera adecuada la necesidad del nacionalismo en los tiempos modernos (o tal vez no), debemos primeramente remitirnos un poco a sus antecedentes históricos, es aquí, donde la Historia cobra especial relevancia. Como historiador debo decir que, desafortunadamente, esta ciencia, que estudia al humano y lo que ha realizado a través de su historia a partir de la invención de la escritura, ha sido mal entendida y, por supuesto, infravalorada.
Se ha deformado tanto la Historia que se cree que esta ciencia tiene como objetivo el obligar a los niños y jóvenes a aprender datos, fechas y personajes de memoria. La mayoría de aquellos que deben aprender esta disciplina en las escuelas terminan odiándola pues solamente memorizan cosas para poder “aprobar” la materia. Si se enseñara (y aprendiera) de manera adecuada la Historia, tendríamos una conciencia histórica desarrollada, y esto a su vez supondría el que fuésemos una sociedad participativa y consciente. “…La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente.”[1]
La Historia debería pues, servir para crear ciudadanos conscientes y participativos, que conozcan bien su pasado para que, conociéndolo de manera adecuada, comprendan de manera adecuada su presente y ser así ciudadanos participativos que sean el factor de cambio de una sociedad. Formar ciudadanos en todo el sentido de la palabra debe ser el fin primordial de la enseñanza histórica, y para lograrlo se debe cambiar la forma en que se enseña esta disciplina en las escuelas. Al hacerlo, podremos como sociedad participar de manera activa en las decisiones políticas de una nación, ver por el bienestar de todos y no solamente de unos cuantos, se podría decir, pues, que “… Nuestra conciencia política es y no puede dejar de ser conciencia histórica.”[2] Ese es pues, mi punto de vista respecto a la Historia, un punto de vista breve, pero en el cual creo firmemente y trabajo día a día porque sea así.
Hablando ahora del nacionalismo éste surgió como tal, por allá del siglo XIX, cuando los estados-nación estaban naciendo y las rancias monarquías estaban cediendo su lugar de preponderancia política a los regímenes democráticos en Occidente. Surgió a partir de la necesidad de crear en las personas un sentido de identidad y pertenencia a un lugar específico, a una nación, a un país y, por supuesto a su Historia. El nacionalismo no es otra cosa sino el orgullo de pertenencia, de saberse heredero de la Historia de ese territorio, de ser en muchos sentidos único y diferente a las demás personas del orbe. En el caso de nuestro país, este nacionalismo no es otra cosa sino el sentirse verdaderamente orgulloso (a) de haber nacido aquí, de ser heredero de las antiguas civilizaciones prehispánicas, de poder celebrar a todo pulmón el día de la Independencia (porque la nuestra, según nosotros mismos, es la BUENA, la importante, la original y única de nuestro continente), de saber que fuimos LA COLONIA de los españoles, de ser también de los pocos que realizaron una Revolución en el siglo XX en contra de los excesos de una dictadura. El nacionalismo es en sí “… un producto nacido de las transformaciones sociales, económicas y políticas acaecidas desde los principios de la humanidad… desde tiempos remotos los individuos han tratado de agruparse en comunidades con elementos de agrupación comunes, familia, religión, etnia, ideología, etc. Con estos elementos y como punto de fuga de la historia deberíamos hablar de protonacionalismo, prenacionalismo y nacionalismo...”[3] Como podemos ver, el nacionalismo es una forma de identificarnos y a la vez diferenciarnos de otras personas, de pertenecer a un grupo determinado; en la actualidad y sobre todo en naciones como la nuestra este nacionalismo se ha ido diluyendo poco a poco, bien sea porque las personas ya no sienten ese orgullo acendrado de antaño por ser mexicano, bien sea por la enorme influencia de elementos culturales externos, de aquello que conocemos con el nombre de Globalización. Éste fenómeno (de la globalización) no es algo nuevo aun cuando haya quienes defienden la idea que es propia de nuestro tiempo, dicho fenómeno comenzó desde el momento mismo de la conquista y colonización del continente americano, pero, a diferencia de aquellos inicios de la globalización, la actual ha tenido como principales consecuencias la pérdida de costumbres, tradiciones y elementos característicos propios de una nación o de un grupo específico. Aun cuando debemos estar insertos en este mundo global, deberíamos poder conservar nuestras tradiciones, costumbres y elementos culturales, los cuales nos diferencian del resto, y aunque este tema puede ser ampliamente debatido, mi punto de vista es que el nacionalismo debería ser un elemento que tendría que ser reforzado en los centros de enseñanza. Asimismo, la Historia debiera ser el eje fundamental y central de un Estado (en este caso el nuestro) para poder tener una sociedad mucho más equilibrada y por supuesto participativa de las decisiones políticas, económicas y sociales, convertir pues, a los mexicanos en seres con conciencia histórica, que puedan tomar decisiones conscientes y que busquen el bienestar colectivo por encima del individual.
[1] Bloch, Marc. Introducción a la Historia. 4ª reimpr. México: Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 47. [2] Aron, Raymond. Dimensiones de la conciencia histórica. 3ª. Reimpr. México: Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 38. [3] Valero Matas, Jesús. “El nacionalismo: Una realidad de nuestra sociedad” Universidad de Cantabria. P. 371. Fuentes:
- Aron, Raymond. Dimensiones de la conciencia histórica. 3ª. Reimpr. México: Fondo de Cultura Económica, 2004, 328 págs, (Colección Popular).
- Bloch, Marc. Introducción a la historia. 4ª. Reimpr. México: Fondo de Cultura Económica, 2006, (Breviarios)
- Carr, Edward. ¿Qué es la Historia? México: Planeta Ed. 1993, 214 págs.
- Valero Matas, Jesús. “El nacionalismo: Una realidad de nuestra sociedad”. Barcelona: Universidad de Barcelona, s/f.
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