Ricardo Ochoa Hernández
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A lo largo y ancho de la historia de la humanidad, el ser humano siempre se ha encontrado con sentimientos de necesidad, ésta puede ser fisiológica, social, de seguridad e incluso espiritual. Independientemente de ser creyente, agnóstico o ateo, no cabe duda que la religión ha logrado unir a comunidades enteras, así como a personas cuyas vidas se pueden encontrar al otro lado del planeta Tierra.
En ese mismo orden de ideas, cada religión cuenta con un dogma completamente distinto a los demás, pero cuenta con una similitud cada una de ellas, todas dan un motivo para vivir. Además, encaminan a los seres humanos a orientarlos para darles sentido a su existencia terrenal, en esa misma línea, muchos han adaptado morar bajo la tutela de la naturaleza religiosa.
Contrastando las reflexiones del párrafo anterior, ha existido un rechazo a la sumisión de la religión. Esta crítica no ha sido enfocada a las creencias, sino a la propia estructura de la sociedad (edificada propiamente por el concepto principal). De hecho, nunca se ha expulsado a las religiones y por una sencilla razón, se estaría traicionando a la propia naturaleza del hombre. No obstante, se le ha utilizado como camino para la tolerancia y la libertad.
En conclusión, la religión tiene un nacimiento tan puro y natural que ha buscado unir desde tiempo inmemorables a la humanidad. Al final de cuentas, la religión es un conjunto de creencias que vanamente han dictado lo bueno, lo malo o lo ético; como pregunta retórica: ¿qué es lo bueno, lo malo y lo ético? Es de suma importancia recalcar que ni la ciencia u otro estándar será capaz de contestar a esas preguntas, porque es totalmente subjetivo.
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