Nicolás Rodríguez Esquivel
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Continuamente, nosotros los mexicanos nos quejamos de nuestra situación como país: de la inseguridad, las crisis económicas, la miseria, la violencia, la falta de educación, la contaminación, el tráfico y la migración, entre otras cosas. Durante años, se ha creído que estos problemas se han originado por la religión, la corrupción, las intervenciones extranjeras, el colonialismo, el liberalismo, el malinchismo o el mercantilismo, pero la verdad es que, aunque sí estos temas están relacionados con los problemas que actualmente azotan a nuestra nación, se podría decir que la única, verdadera y gran causa de estos, del sufrimiento de nuestra gente y del por qué no somos primer mundo, se debe a una guerra interna que ha existido desde el nacimiento de México: la guerra entre liberales y conservadores, la lucha de ideologías.
No es difícil encontrar ejemplos de desacuerdos y enfrentamientos entre liberales y conservadores a lo largo de la historia, pero nombraré los más conocidos y que ocurrieron en el siglo XXI.
El primer caso aparece recién terminado la Guerra de Independencia, cuando los conservadores pedían que se instaurara una monarquía, mientras que los liberales votaban por una democracia. La discusión terminó con Iturbide, criollo comandante de las fuerzas Trigarantes, como emperador de México, impuesto por los conservadores. Aquí entra un tema de discusión: si bien Iturbide no fue ni de lejos un gran gobernante (en los menos de los tres años que duró), no recibió el apoyo del bando liberal e inclusive ayudaron a su derrocamiento y su destierro (inclusive a su posterior ejecución).
Después de este caso le siguen muchos otros; luchas interminables entre bandos políticos. Se frustraban los gobiernos enemigos con meteduras de pata, se fastidiaban los planes gubernamentales de sus contrincantes. Estas refriegas internas no permitieron un buen desarrollo social, económico o político, agraviaron la situación miserable de muchos mexicanos y debilitaron la estructura interna de la nación, permitiendo y favoreciendo intervenciones extranjeras dentro de nuestro territorio, así como facilitando la introducción a nuevas ideologías, en su mayoría destructivas y nocivas para nuestra nación como lo fue y sigue siendo la ideología estadounidense.
El mayor ejemplo de estas luchas entre liberales y conservadores es la Segunda Intervención Francesa y la Guerra de Reforma, donde el sangriento enfrentamiento cobró miles de vidas, por la simple razón de ideologías desiguales. La confrontación terminó con Benito Juárez y sus allegados liberales en el poder, mientras que los conservadores terminaron para siempre relegados a un segundo plano. Varios líderes conservadores, al concluir la guerra, fueron ejecutados junto a Maximiliano de Habsburgo y/o borrados prácticamente de la historia mexicana, al menos su representación heroica, ya que muchos de estos líderes comandaron a los ejércitos mexicanos durante la Intervención Norteamericana y fueron ellos quienes presentaron férrea defensa contra el invasor en Monterrey, Coahuila y la Ciudad de México. Las hazañas y los nombres de grandes líderes como el de Juan Nepomuceno Almonte, Félix María Zuloaga, Miguel Miramón o Tomás Mejía fueron reemplazados por los casi míticos nombres de Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Juan de la Barrera, Juan Escutia y Vicente Suárez y estos mismos cubiertos con laureles por hazañas ficticias, transformándose en los símbolos blasfemos de sacrificio, resistencia y amor a la patria.
México ha estado dividido por mucho tiempo. Los enfrentamientos entre grupos políticos continúan hoy en día y siguen siendo una de las principales causas de la regresión en nuestro país. Basta ya; nuestros enemigos han aplicado el divide y vencerás sobre nosotros por mucho tiempo. Es tiempo ya de unirnos, de entrelazar nuestras manos de hermanos, de respetar nuestras ideas divergentes, no importa si son de derecha, izquierda, conservadora o liberal, mentes brillantes compartiendo ideas brillantes, en lugar de imponerlas con sangre y violencia; tal vez, inclusive, de empezar a tomar en cuenta las ideas de Vasconcelos y a la Raza Cósmica. Es tiempo de dejar de creer en la frase “el que tranza no avanza”, de ponernos el pie, de agachar conformados la cabeza cuando pasa un extranjero mientras aplastamos con la rodilla a nuestros propios compatriotas; porque, por más que maldigamos a los estadounidenses, repudiemos a los latinoamericanos o satanicemos a los europeos, la única verdad absoluta es que el enemigo más peligroso, mortal y a su vez común de un mexicano es otro mexicano.
Referencias
Colegio de México. (2008). Nueva Historia Mínima de México Ilustrada. Distrito Federal: Colegio de México.
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