Gabriela Corral Hernández
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Nacemos y nos establecen un sexo de acuerdo con nuestros genitales; sexo femenino y sexo masculino; y desde ahí comienzan nuestros primeros acercamientos a la sexualidad. Pasan los años y te mencionan “déjate ahí”, “el pilín”, “tu pajarito”, “tu cosita”, “tus partes”, “la pistola”, “la colita”, etcétera. ¿Tiene algo de malo llamarle pene y vulva o por qué nos enseñan a nombrar así a nuestros genitales?
Crecemos un poco y nos empezamos a preguntar “¿por qué yo no tengo nada ahí abajo y él sí?”, “¿será que me falta algo?”, o viceversa. Siguen pasando los años y diferentes ámbitos de la sexualidad van despertando, nos empiezan a gustar nuestros compañeros o compañeras. Pero ¿qué pasa si me gustan ambos o no me gusta nadie? Vivimos pensando con la heteronormalidad y ahí se queda esa espinita de intriga sobre nuestra orientación sexual, vamos creciendo y nuestra identidad de género sigue cambiando, sigue transformándose, ¿Qué es lo normal?, ¿qué es lo socialmente aceptado sin perder nuestra moral, nuestra ética y nuestros valores?, ¿Qué va con mis creencias y qué no?
Llegamos a últimos grados de primaria, abrimos el libro de ciencias naturales de la SEP y al parecer nuestros genitales solo son órganos reproductivos… ¿Y qué hay de lo demás?
Crecemos y empiezan los cambios en nuestro cuerpo, las mujeres inician su periodo y es la “peor pesadilla”, escondemos nuestras toallas sanitarias como si fuera algo de que avergonzarnos y cuidado si la menstruación decide manifestarse en nuestra ropa porque es desagradable y sucio. Entonces yo me pregunto: ¿Por qué nos enseñaron a aborrecer nuestro periodo siendo algo tan natural?
La curiosidad sexual se manifiesta y la pornografía se vuelve nuestro maestro de las relaciones sexuales, lo cual no significa que sea un buen maestro, pues es misógino, hipersexualiza a la mujer, estereotipa penes enormes, cuerpos “ideales”, sin vello, sin estrías, sin gorditos, y un sinfín de características, pero sobre todo un prototipo de relación sexual y esa se vuelve gran parte de nuestra educación sexual.
Las hormonas se manifiestan y estamos de “calenturientxs”, empezamos a tener curiosidad y posteriormente tenemos nuestros primeros acercamientos sexuales íntimos con nosotros mismxs, o no. Pero es que ¿por qué te asusta autoexplorarte? Qué creencia errónea nos habrán metido para atemorizarnos y sentirnos culpables por el simple hecho de conocer nuestrx cuerpo, sentir placer, experimentar erotismo y por el contrario pensar que es algo sucio o poco moral.
Un cúmulo de emociones y cuestionamientos atraviesan nuestra mente en este proceso para después decidir compartir esa intimidad con alguien más, y no necesariamente sexual, pero ¿realmente estabas o estás preparado e informado?
Y es que conceptos tan básicos como es el sexo, el género, la orientación sexual y la identidad de género siguen siendo confundidos, malinterpretados o simplemente ni siquiera se tiene una idea de su significado e importancia en la sociedad, y existen y son parte de cada uno de nosotros como individuos.
Se llama pene, se llama vulva, y no solo son órganos reproductivos.
La menstruación existe y no es algo sucio, es algo natural y no nos debería avergonzar.
La pornografía existe y la vemos, pero no sabemos que detrás hay injusticias laborales, violaciones, misoginia, pedofilia, y miles de cosas más.
Los estereotipos existen y son creencias limitantes para el desarrollo de nuestra sexualidad, y cuando hablamos de sexualidad no solo es relacionarse íntimamente con una persona.
Existe la violencia de género, existe la homofobia, existen las violaciones, existe la violencia en pareja…
Existe el inicio de la vida sexual en adolescentes, por lo tanto, los embarazos adolescentes y las enfermedades de transmisión sexual también.
LA SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA EXISTE Y ES UN DERECHO, pero no se sabe y se niega en centros de salud.
Y cientos de problemas más que podría seguir mencionando que derivan de la poca importancia de la educación sexual integral con enfoque de género, y es gracias a falsas creencias, desinformación, tabúes, conceptos erróneos, etcétera.
Ahora te pregunto a ti, lector: ¿Te das cuenta de cómo fuimos sexualmente educados?
Aún estamos a tiempo de reivindicar la educación sexual integral, porque todxs merecemos vivir una sexualidad plena, sana y disfrutable porque la educación sexual nos hará libres, porque hay que reeducarnos, eliminar creencias, hablarlo con cotidianidad modificando nuestro lenguaje, dejar de tenerle miedo a nuestra sexualidad porque es parte de nosotros y porque la responsabilidad es de todxs.
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