Gerardo Noriega Rivero
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Fotógrafo: LLs
LGBT son las siglas de lesbianas, gais, bisexuales y (personas) transgénero o transexuales. En sentido estricto, se refieren a quienes tienen la orientación sexual o la identidad de género indicada por cada inicial de las siglas, así como a los colectivos formados por estas personas. Cabe distinguir aquí entre sexo y género: mientras que el sexo es la condición biológica masculina o femenina de una persona, el género es el conjunto de roles y atributos que una sociedad o cultura asigna a hombres y mujeres.
El término LGBT se acuñó en inglés en los años noventa, y coincide en español y otros idiomas. Es resultado de la adición gradual de iniciales a fin de incluir a varios grupos que se sentían discriminados por su orientación sexual o identidad de género. Antes se llamaba homosexual o gay a cualquier persona, hombre o mujer, que se sentía atraída por miembros de su mismo sexo. Algunos grupos de lesbianas y bisexuales objetaron que esos nombres los excluían porque, en sentido estricto, designaban hombres a los que les gustaban otros hombres. Así surgió la sigla LGB. Después, las personas transgénero (aquellas cuya identidad de género difiere del sexo con el cual nacieron) y transexuales (quienes se han sometido a tratamiento hormonal y quirúrgico para adquirir el aspecto físico del sexo con el que se identifican) pusieron objeciones parecidas, y la sigla se amplió a LGBT o LGBTT.
En tiempos recientes ha habido más adiciones para incluir a las personas queer (aquellas cuya identidad de género trasciende la dicotomía tradicional hombre/mujer, también llamada binarismo de géneros, impuesta por la normativa heterosexual), intersexuales (quienes presentan características genitales y sexuales a la vez masculinas y femeninas, en grado variable, en cualquier momento entre el nacimiento y la edad adulta) y asexuales (aquellas que no sienten atracción sexual). De ahí las variantes LGBTQ, LGBTI, LGBTA y LGBTQIA. La tendencia a sumar letras para incluir nuevas disidencias se indica con el signo + al final de la sigla (por ejemplo, LGBTQ+).
La mayoría de los grupos y medios de comunicación LGBT han adoptado esta sigla o alguna de sus variantes como autodenominación común, pero algunos grupos o miembros se excluyen del conjunto. Puede ser que se sientan ajenos a los demás grupos o que consideren ofensiva su inclusión en la designación común. Hay quienes alegan que las causas de las personas transgénero y transexuales difieren mucho de las de lesbianas, homosexuales y bisexuales, pues lo trans se refiere a la identidad de género, mientras que lo LGB es cuestión de orientación o atracción. De ahí el separatismo lésbico y gay: formar un grupo aparte de los demás incluidos en la sigla. A otras personas, dado que el término LGBT engloba identidades y orientaciones muy diversas y se usa con mucha frecuencia, les parece que es un eufemismo demasiado general y diplomático.
Historia del término
Antes de la revolución sexual de los años sesenta, la cultura occidental carecía de palabras sin connotaciones despectivas para designar a quienes no acataban las rígidas normas sociales de género y conducta sexual. En cambio, otras culturas tenían conceptos favorables, como el de dos espíritus entre los indígenas de Estados Unidos y Canadá o el de los muxes entre los zapotecos y otros pueblos de Mesoamérica (se pronuncia [mushes]; quizá proceda del español mujer; en zapoteco significa “personas con genitales de un sexo que asumen roles del sexo opuesto”). El término más aproximado en Occidente era tercer sexo, tomado de la literatura hinduista por algunos sexólogos en la segunda mitad del siglo xix, pero su uso no prosperó. La terminología médica occidental adoptó, en el mismo periodo, homosexual y bisexual y, en la primera mitad del siglo xx, lesbiana. En 1928 la escritora alemana Ruth Margarete Roellig fue una de las primeras en despojar esta palabra de connotaciones peyorativas, en su libro Berlins lesbische Frauen (“Las lesbianas de Berlín”), en el que presenta esa ciudad como centro del movimiento de defensa de los derechos lésbicos en Europa.
A mediados del siglo xx algunas revistas, asociaciones y clubes gais acuñaron el término homófilo (“que ama a alguien del mismo sexo”) para resaltar el aspecto afectivo de las relaciones entre personas del mismo sexo y atenuar el sentido más físico de homosexual y bisexual. Con ese sentido se usó homófilo en Alemania Occidental, Bélgica, España, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Holanda, Suecia y otros países entre los años cincuenta y setenta. Después, los grupos LGBT sustituyeron la palabra por gay y homosexual.
En la misma época los homosexuales estadounidenses de uno y otro sexos generalizaron el término gay para autodenominarse y afirmarse, mientras que en el mundo hispánico las primeras agrupaciones, a principios de los setenta, se autodenominaban homosexuales y lesbianas. Parte de la comunidad lésbica de EUA rechazó la fusión de ambos grupos que el término gay implicaba. La asociación lésbica estadounidense Hijas de Bilitis* se disolvió en 1970 por desacuerdos sobre si debían enarbolar la causa del feminismo o la de la defensa de los derechos homosexuales.
Las feministas lésbicas buscaban la igualdad de los géneros, pues les parecían machistas tanto la desigualdad de roles entre hombres y mujeres como la dicotomía butch/femme (los papeles masculino y femenino, respectivamente, en una pareja lésbica) que predominaba en los bares gais. Rechazaban ese binarismo y a los varones homosexuales, a quienes percibían como machistas; muchas de ellas se negaron a colaborar con hombres gais y defender sus causas. En cambio, las lesbianas más pluralistas pensaban que las opiniones separatistas de las feministas lésbicas dañaban la defensa de los derechos homosexuales.
Las identidades trans, que tuvieron sus primeros exponentes en travestis, butches (mujeres machunas) y drag queens (personas que caracterizan y representan papeles femeninos de rasgos exagerados), se incluían al principio en la denominación genérica de homosexuales. Una serie de protestas contra una redada policiaca en el bar neoyorquino Stonewall Inn en 1969 lo evidenció así, pero a mediados de los años setenta esas identidades empezaron a diferenciarse con la adopción del término transgénero. De fines de los setenta a principios de los ochenta, algunos sectores gais y lésbicos se volvieron menos tolerantes hacia transexuales y bisexuales. Muchos creían que los transexuales se ajustaban a los estereotipos de género y que los bisexuales no eran más que homosexuales temerosos de salir del clóset y asumirse. En los años noventa la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (REDLACTRANS) difundió el uso de trans como designación genérica de travestis, personas transgénero y hombres y mujeres transexuales o trans.
Los principales cuatro grupos de la comunidad LGBT han tenido dificultades para adquirir una identidad propia y definir sus relaciones con los demás, lo que a veces supuso excluirlos o excluirse. Aunque estas dificultades persisten hasta la fecha, en los años noventa los cuatro grupos empezaron a percibirse como partes de un mismo movimiento, en igualdad de valor, pero con respeto a la autonomía y especificidad de cada uno. Pese a las polémicas sobre la aceptación universal de los diversos grupos, el uso del término LGBT es un símbolo favorable de la voluntad incluyente.
La Q de queer que a veces se añade al final de LGBT, las siglas más usuales, puede duplicarse para incluir a quienes se encuentran en proceso de cuestionarse su orientación sexual o identidad de género (questioning en inglés), a los que también suele representarse con un signo de interrogación (LGBTQQ o LGBTQ?). Hay quienes agregan una P de pansexuales (que sienten atracción sexual por otras personas sin importar su género o sexo) o poliamorosos (que mantienen relaciones sexuales simultáneamente con varias personas, con el conocimiento y consentimiento de todos); o una O de omnisexuales (sinónimo de pansexuales) u otros. Las variantes no suelen reflejar diferencias ideológicas dentro de la comunidad, sino simples preferencias de los miembros y grupos. Hay quienes opinan que la categoría transgénero abarca los conceptos transexual e intersexual, pero muchos transexuales e intersexuales no están de acuerdo, por diversas razones.
Ha habido muchos intentos de idear un término que haga innecesarias las variantes. Se han propuesto palabras como queer y arcoíris, pero su uso no se ha extendido. Queer tiene muchas connotaciones negativas para la gente mayor, que recuerda su empleo como insulto, aún vigente en el mundo anglosajón. Para muchos jóvenes, en cambio, queer tiene más contenido ideológico que LGBT, mientras que arcoíris recuerda a los movimientos hippie y new age, y a la organización de defensa de los derechos humanos estadounidense Rainbow/PUSH.
Los derechos LGBT en México
Aunque falta estudiar gran parte de la homosexualidad entre la conquista y el siglo xx, en este periodo destacan dos grandes escándalos de la vida pública mexicana. En 1658 el virrey de Nueva España, Francisco Fernández de la Cueva, escribió a Carlos II sobre un caso del «pecado nefando» (homosexualidad) en la Ciudad de México entre 19 prisioneros de la Inquisición, 14 de los cuales fueron condenados a la hoguera. Un muchacho de 15 años se salvó por su corta edad, pero se le impuso una pena de 200 azotes y seis años de trabajos forzados. El magistrado del Tribunal Supremo de Su Majestad, Juan Manuel Sotomayor, escribió al rey que entre 1657 y 1658 se había investigado o condenado a 125 personas por la misma conducta.
El otro escándalo pasó a la historia como «el Baile de los 41». El 18 de noviembre de 1901, en pleno porfiriato, la policía hizo una redada de 41 hombres que celebraban un baile en una casa particular de la Ciudad de México, 19 de ellos vestidos de mujer. Sin el debido proceso, se envió a 19 de los 41 detenidos a un campo de trabajos forzados en Progreso, Yucatán, donde los obligaron a enlistarse en el ejército. Los prisioneros recurrieron a un juicio de amparo, algunos sin éxito. Se desconoce el destino final de los que no consiguieron el amparo.
La situación ha cambiado en el siglo xxi. En 2003 se crearon leyes para combatir la discriminación, y en 2007 dos entidades federativas, la Ciudad de México y el estado de Coahuila, legalizaron las uniones civiles entre homosexuales. El 21 de diciembre de 2009, a pesar de la oposición de la jerarquía eclesiástica, la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México aprobó el matrimonio homosexual con 39 votos a favor, 20 en contra y cinco abstenciones. Fue la primera ciudad de América Latina en hacerlo. Aun así, en 2007 México seguía siendo uno de los países en los que más delitos se cometían contra la comunidad LGBT. En ese año se registró un homicidio motivado por la homofobia cada dos días.
Hoy en día el matrimonio entre personas del mismo sexo se puede celebrar de manera directa (sin amparo) en 19 las 32 entidades federativas, además de algunos municipios de Guerrero, Querétaro y Zacatecas; y la unión civil, en Tlaxcala.
Nota
* Bilitis es una poetisa griega ficticia, contemporánea de la históricamente real Safo (siglo vi a. C.). Al igual que ella, vivía en Lesbos (nombre del que procede lesbiana) y su creador, el escritor francés Pierre Louÿs (1870-1925) le atribuyó poemas sobre el amor entre mujeres, como la obra de Safo que ha llegado hasta nosotros.
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