Nicolás Rodríguez Esquivel
La Historia es una ciencia social, por lo que, a pesar de poseer un método científico y no alineado, los resultados en las investigaciones pueden variar y no ser del todo objetivas; sin embargo, lo que esta y otras ciencias sociales buscan es formular un criterio, mas que datos sólidos. Esto no quiere decir que estas ciencias estén completamente sujetas al subjetivismo y a la ambigüedad, pero si son maleables y su interpretación es diversa.
Es muy bien conocida la frase “La Historia la escriben los vencedores”; y es que es muy cierta: hoy en día, todo lo que sabemos con respecto a la materia es más o menos fiel a los acontecimientos reales; ¿por qué?, porque solo aquellas culturas, naciones o pueblos que derrotaron y subyugaron a sus contrincantes, pueden imponer sobre todos ellos su visión retorcida o retocada de la Historia, apoyándose sobre todo gracias a su naturaleza maleable, propia de las ciencias sociales.
Nos hemos tragado ideas que simplemente son falsas o son más complicadas de lo que parecen; por ejemplo, que el Tercer Reich solo cayó derrotado gracias a la presencia de Inglaterra y, sobre todo, Estados Unidos, dejando a un lado al poder militar soviético; otra mentira es que los indios norteamericanos no eran más que unos salvajes, de cultura simple y brutal; o que el Imperio Romano gobernaba con puño de hierro a todos los pueblos conquistados e imponía un culto religioso.
La Historia se ha deformado tanto, que la noción de la realidad en los hechos casi se desvanece; todo por cumplir con una agenda burocrática, política, nacionalista o religiosa; para manipular a las masas, declarar la guerra o cometer atrocidades y genocidios. Si queremos una disciplina más sensata y honesta, debemos aprender a analizarla sin sesgos ni proselitismo; debemos ser justos y ver a través de la visión universal de los vencidos.
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